Guasdualito
Desde
el viernes 26 de junio comenzó la inundación, (pero no generalizada), en las adyacencias
de Guasdualito. Fue el lunes 29 en la noche cuando entró el agua luego de que
el río Sarare se desbordara. Lagunas, caños y agua esparcida en la sabana
sobrepasó los diques y llegó a la zona centro.
Una
semana después el panorama es preocupante en cuanto a la salubridad y
sobrevivencia para las familias damnificadas, aunque en lo que respecta al área
médica el Ministerio de Salud se comprometió a atender oportunamente y evitar
una epidemia. Se estima que ha bajado el nivel de agua unos 10 centímetros,
pero ello significa muy poco para algunos sectores donde sobrepasa el metro y
medio de altura.
En recorridos por varias de las comunidades que integran el
90% de las afectadas. Desde la plaza Boyacá, y por todas las calles y avenidas del
casco urbano, nos trasladamos en motores fuera de borda, es decir, hay agua
suficiente para movilizarse como si se tratara de un caño común. Las pocas
casas que están habitadas son de dos plantas cuyos ocupantes optaron por resistir,
entre otras cosas temiendo a robos de los enseres que lograron salvar, pero
quedaron encerrados en vista de que el nivel de agua es alto y se complica
caminar hasta las pocas áreas secas. Al ver la prensa desde los techos gritaban
pidiendo ayuda, principalmente surtido de agua.
La
queja colectiva es que no los atendían porque la entrega de insumos se concentraba
en el centro de acopio del Club Periquera u otras zonas y no en quienes se
quedaron en sus residencias. Algunos vehículos como camiones con jaulas
ganaderas servían de refugio, mientras que otros pocos aún con el agua a la
cintura se negaban a abandonar sus viviendas.
En
El Gamero, uno de los primeros barrios en inundarse reclaman por la ayuda
tardía. Allí Josefina Rodríguez trataba de ser serena pero rompió el llanto al
informar que su esposo es discapacitado, no tenía agua apta para consumo y no
había alimentos, pese a que su hija desde San Cristóbal le notificó que
enviaron un cargamento y supuestamente lo vendieron al llegar a la capital del
Distrito Alto Apure.
“No nos han traído nada. Queremos que nos ayuden, no
entendemos por qué venden la comida si eso es una donación”, expresaba
desconsolada contando que subió improvisadamente dentro de su casa la lavadora
y nevera pero hasta la altura donde alzó los equipos llegó el agua y se dañaron.
Un testimonio conmovedor similar al de muchos otros ciudadanos.
En
Los Almendros, compuesto por 150 hogares, y Manga del Río, donde residen 480
familias; están aislados. “El agua está más arriba de la cintura y es un
peligro. Trajeron solo una garrafita de agua por casa y en mi vivienda hay tres
familias alojadas. Eso no alcanza. Los funcionarios llegan al puente se toman
fotos, graban videos y se van. Para allá no entra nadie porque hay que mojarse
más”, reprochó Rosa Flores.
Cuestionaban
la falta de organización y hasta de disposición para colaborarles. “Cuando
empezó a anegarse fue que vino el alcalde borracho, recriminándonos porque
habíamos construido cerca del río. Él ni lava ni presta la batea, porque lo
impusieron en el cargo. No hace ni deja hacer”, expresaba con vehemencia Diana.
González, rechazando la espera de una situación de extrema gravedad para
declarar emergencia, infiriendo que trataban de ocultar la magnitud de la
situación. “Cuando hay elecciones si nos buscan pero conmigo no cuenten más”, manifestaba
la preocupada mujer quien se dice agobiada por los problemas políticos, los
cuales considera son el principal foco de las autoridades sin preocuparse por las
dificultades sociales.La diputada a la Asamblea Nacional, Miriam Berdugo de Montilla, realizó un recorrido por las zonas
También se hizo solidario, entre otros, "Guasdualito Activo", que integra un grupo de personas que decidieron sumarse a prestar colaboración a los afectados, liderados por el luchador social Simón Pérez, que realizaron una ardua labor para prestar apoyo al mayor número de familias posibles.
“En
la parte alta la acaparan todo y no llega a Los Almendros. Hay ancianitos y
embarazadas que no han sido asistidos, porque todo lo dejan lejos y no entran a
las zonas más inundadas. Nadie se aboca a llevar comida, mosquiteros, ni
chinchorros”, señaló con desesperación Mariela Páez, pidiendo que los
organismos correspondientes se desplacen hasta donde hay personas
incomunicadas.
A
la orilla de la carretera nacional hay carpas improvisadas para quienes no
tienen a donde ir. Ellos se movilizan hasta entes de ayuda con más facilidad,
pero tienen iguales quejas. Motivado al actual escenario en general, no hay
servicio eléctrico, agua, gas, entre otros. En cada refugio, ranchos de saco o
tela y viviendas no inundadas mantienen el radio encendido en el dial que
mantiene a la población informada, emisora donde acuden decenas a pedir ayuda.
“Yo
necesito pañal para mi hija”, decía María López, habitante de Los Jabillos,
mientras hacía cola frente a Fe y Alegría para recibir respaldo. Contó que
perdió su cocina porque no le dio tiempo de rescatarla. Pablo Vicente Bolívar
también estaba en fila esperando la entrega de un mercado. Con tristeza
expresaba que el agua avanzó mucho y perdió varios sacos de cemento, insumo
necesario para realizar mejoras en su casa y es muy difícil de conseguir.
Es
de resaltar que posterior al decreto de emergencia se ha observado un mayor
despliegue de instituciones del Gobierno Nacional, e incluso fundaciones,
empresas privadas y ciudadanos organizados, brindando colaboración, no obstante
sigue siendo insuficiente y desorganizado.
Llamado a la
cordura ante múltiples abucheos
El
acalde del Distrito Alto Apure, Jorge Rodríguez, reiteró que se continúa
atendiendo a un aproximado de 40 mil personas, solo en Guasdualito, que están
afectadas. Indicó que continúan activos los refugios y desde diferentes ámbitos
están prestando ayuda con traslados e insumo que tengan a la disposición para
poder brindar respuestas a quienes lo perdieron todo y/o no han podido regresar
a sus casas.
El
mandatario Distrital, mientras combatía gripe y fiebre, ofreció declaraciones
en su residencia, la cual sufrió los embates de la crecida natural del río, en
vista de que más allá de las lluvias se debe a un incremento natural de
afluentes, debido a precipitaciones en Táchira y Colombia que influyen
directamente en cauces que recorren el alto Apure.
Rodríguez
lamentó algunos incidentes suscitados en la población motivado a la
desesperación de la ciudadanía, como intentos de saqueos, sumado a ello los
abucheos y agresiones al gobernador y la diputada Omaira Eslava. “El gobernador
ha estado como dos o tres veces, pero la población está descontenta con él y lo
rechazan (…) Es un momento crítico llamamos a la calma. Lo que llegue es
bienvenido para nosotros no importa de donde venga”, expresó el alcalde mayor
pidiendo cordura, luego de acciones de desprecio a la presencia de ambos
funcionarios en diferentes comunidades.
Rodríguez
lamentó que se tratara, al principio de la emergencia, de aprovecharse de los
más necesitados vendiendo la comida que debía ser donada, recordando así que
durante la inundación del año 2002 manejó el problema junto al general Acosta
Pérez y se entregaba gratuitamente los insumos.
Es
de destacar que, en los diferentes sectores visitados por equipos periodísticos
muchos hacían comparaciones con la anterior catástrofe, recordando que la
actual es de mayor dimensión y hace 13 años el Presidente Hugo Chávez se
trasladó pronto al sitio, acción que no ha realizado Nicolás Maduro.
Entre
otros datos, además de los ciudadanos, los animales también están sufriendo. Es
común ver perros, gatos y gallinas en solares de casas sin tener como salir.
También se reportaron obstáculos para acciones solidarias, un conocido vendedor
de naranjas decidió regalar el producto y denunció que funcionarios militares
le quitaron la mercancía por no estar autorizado para realizar esta acción
benéfica.
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