Miguel Cardoza
San Fernando de Apure
Desde
el año pasado se ha evidenciado en el estado
Apure, específicamente en San Fernando, como en instituciones educativas
se ha incrementado diversos hechos violentos, afectando a estudiantes y
personal. Evidentemente algo anda mal. Los alumnos de determinados grados
irrespetan las normas educativas y ante la aparente protección de la ley por ser menores se escudan para
delinquir.
Meses
atrás conmocionó a la opinión pública como, para coaccionar a una profesora la
apedrearon en la cabeza en el liceo Daniel
O´Leary, pero se menciona este caso porque la víctima se atrevió a
hablar, sin embargo, hay varias historias similares en la región. No solo
ataques directos a docentes sino a instalaciones como el ocurrido el pasado
viernes la oficina del Centro de Deficiencias Visuales y Ciegos que funciona en
el Complejo Educativo Alirio Goitía, donde lanzaron un objeto incendiario y
destruyeron parte del mobiliario. Aparentemente fueron estudiantes. Estos dos
casos son solo la punta del iceberg. Hay variedad en hechos y
gravedad. Una gran deuda familiar sería la primera ocasión, en segundo
lugar el entorno social y las condiciones institucionales o de convivencia.
En
una entrevista televisiva del director del Centro Comunitario de Aprendizaje
(Cecodap), Oscar Misle, resaltó que la violencia cada vez más está presente en
las aulas de clase. Indicando que
comienza por agresiones verbales y físicas. “La violencia se ha convertido en una
forma de relacionarse y eso entra por casa”, dijo Misle.
Agregó
que se deben evaluar las formas idóneas de crianza de los padres y madres, en
las cuales no se debe utilizar la violencia. Según datos aportados por el
experto a esa organización, en cada estado acuden al menos 3 denuncias diarios.
Es decir, considerables casos al día, porque allí no se cuentan los hechos que se dilucidan en
otras instancias o no son divulgados.
Pero
no es sólo cuestión familiar, también influyen otros factores, aunque el
primero sea determinante de la mayoría de las conductas. “La violencia escolar no es sólo contra personas, compañeros
de clases, o profesores”, explica el profesor Hernán Matute, quien asevera que
las actitudes del estudiantado también tiene que ver con las condiciones de
los espacios educativos.
“Los comportamientos violentos se recrean en un contexto
despersonalizado que incluye: baños inservibles, carente de higiene y aseo
elemental y sin privacidad; comida de comedor en estado inadecuado o no desaseada,
poco control de la calidad y precios de las cantinas escolares; deterioro
extremo de la infraestructura educativa (ausencia de equipos multimedia o
audiovisuales), carencia de bebederos y de papeleras; pizarras y pupitres que
cumplieron su vida útil, laboratorios que sólo tienen de ello, el nombre; áreas
verdes inexistentes, y las canchas deportivas o espacios para la educación
física en el último estado”, explica Matute.
En el plano educativo también
se resalta, en algunos casos, la ausencia de docentes de manera reiterada en
materias claves, lo cual genera muchas horas de ocio escolar y poco o nulo
aprendizaje. En el plano docente, puede ser que los alumnos señalan que quieren
y desean que el personal directivo esté a tiempo completo, involucrado con los
alumnos de cara a sus necesidades, comprometido con sus funciones y que
resuelvan, mostrando que se ocupan con pasión y entrega por todo lo que compete
a la vida de los recintos escolares.
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