domingo, 20 de septiembre de 2009

VIVIR EN UN PAÍS Y DEPENDER DE OTRO

Miguel Cardoza
San Fernando de Apure

La unión existente entre Colombia y Venezuela es evidente; lazos comerciales, de amistad y/o familiares, unen ambas naciones.
Hoy escribo acerca de una historia real.
Un Viernes, normal. Por casualidad, ¿sería? quizás; conozco a J.M. Iniciamos una común conversación entre dos desconocidos, la cual con el paso de los minutos se fue nutriendo con sus anécdotas e historia, e incluso le comenté si podía escribir acerca de su vida, y me autorizó. Estoy seguro, su día a día identifica a muchos en la frontera.
J.M, de piel blanca, contextura normal, un apróximado de 1:68 cm de estatura, cabello negro, ojos café, y de ánimo activo. Hija única, nació en la ciudad de Cúcuta, Colombia. Al cumplir 5 años se fue a vivir al Departamento (estado), de Caquetá, hasta los 15 años, luego regresó a su ciudad de origen.
Con el transcurrir del tiempo formó su primer matrimonio del cual tuvo 3 hijas, (12, 13 y 16 años), y un hijo que actualmente tiene 14 años años.
Se separó de su primer esposo y luego de estar cierto tiempo soltera, formalizó un nuevo hogar con J.G.G (quien trabaja en un taller mecánico), del cual tiene una hija de 8 años, E.M.M.G.
J.M Colombiana de naciemiento, pero su sustento económico es producido en Venezuela, especificamente en el estado Táchira.
Lunes, Martes y Miércoles acude al parque nacional de Cúcuta, y compra libros de distintas temáticas: Bisutería, matemática, inglés, alfabeto, energía cósmica, educación sexual, entre otros. Todas las compras, obviamente, las hace según el presupuesto disponible.
Los Jueves, Viernes y Sábado, se levanta a las 4:00 am para tomar el autobús (al que le paga 15 Bs F, en moneda venezolana), y transladarse a San Cristóbal. Por motivos de horario no desayuna; algunos días su próxima comida es al llegar a su casa, es decir, pasada la tarde, iniciada la noche.
Al llegar al terminal la capital tachirense, son las 6:00 am aproximadamente, inicia su labor:
vender los libros comprados durante la semana. Cada texto tiene un valor de 30 Bs F, (10.000 pesos apróximadamente). Afortunadamente siempre logra vender la totalidad de la "mercancía", 3 o 4 de cada temática.
Aunque otros no soportarían prefiere no almorzar, ya que considera los alimentos tienen un alto costo. "Una arepa cuesta 20 Bs F, una gaseosa 6 Bs F. Si como en Venezuela, se me va toda la plata".
Luego de cumplida la jornada, regresa a casa. Al llegar al terminal (Cúcuta), opta por el transporte público para ahorrar los 20 Bs F, (60.000 pesos), o hasta más, que gastaría en un taxi, ya que producto del conflicto binacional, el precio del combustible se ha elevado lo que ha provocado que los transportistas aumenten las tarifas.
J.M sólo cambia al signo monetario colombiano la cantidad del pasaje, el restante lo guarda en Bolívares hasta reunir para hacer mercado, el cual compra en Ureña o San Antonio del Táchira.
Comprar del "lado venezolano" tiene sus beneficios, pero también limitantes para los extranjeros. El precio de los alimentos (no preparados), es inferior, sin embargo, quien no presenten cedula venezolana no puede sumar más de 200 Bs F su cuenta, de lo contrario la Guardia Nacional (GN), le retiene el mercado completo, por ello siempre lleva a su hija mayor, quien hace un mercado independiente, para poder cubrir parte de los rubros debido a que con 200 Bolívares es poco lo que puede llevar, aparte de lo obtenido por su esposo en empleo diario.
J.M se queja de la mala imágen que en general tienen los cuerpos de seguridad venezolanos de ellos, "los colombianos estamos mal divulgados, nos dicen paracos a todos".
Como habitante de la zona confirma los fuertes vínculos que unen ambas repúblicas y explica que "en joyas, ropa y zapatos Venezuela se beneficia de nosotros (los colombianos), y en comida y gasolina, nosotros nos beneficiamos de Venezuela".
Ambas regiones son indispensables mutuamente, aparte de los vínculos familiares de algunos, la cercanía de los pueblos inevitablemente los une. El único aspecto disidente: Una líena limitrofe, la que no ha impedido la dependencia de miles que son de nacionalidad venezolana y trabajan en Colombia o viciversa, como el caso de J.M.
Al tocar el tema económico, la repetida y predominante frase de esta mujer, es "el bolívar no vale". lo que dificulta la situación debido a que su nacionalidad es colombiana pero parte del dinero que sustenta su familia se produce en Venezuela, y al cambiarlo a la moneda de su país, "se vuelve nada". Como esta, según me comentó, hay miles de historias que confirman la unión e importancia mutua de ambos países, y que cualquier impase entre las dos naciones perjudica más que a los gobiernos y empresarios, al ciudadano común.

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